Hace años que no me alojaba en este hotel . Lo he encontrado envejecido, sin evolucionar; tan solo la barra de la cafetería mantiene el nivel gracias al buen hacer del encargado de barra, Miguel , un gran profesional
El personal no tiene la simpatía, ni la cercanía que yo recordaba. Ni en recepción, ni en el buffet. Parece que están sobrepasados.
La cocina tampoco tiene la calidad de antes.
Las habitaciones del tercer piso, abuhardilladas, con unos ventanales de ojo de buey inaccesibles, sucios e incómodos , la hacen un tanto herméticas y difíciles de ventilar.
El ascensor panorámico es muy lento y las esperas para subir o bajar se hacen largas. La cristalera merecía un repaso.
Pero lo verdaderamente incómodo es el jardín de la piscina. Donde decenas de miles de moscas te impiden descansar, leer, o hacer cualquier otra cosa que estar continuamente quitándotelas de piernas, brazos y cara….El ruido de la carretera también disminuye el encanto ; y el aforo completo minora el espacio tanto de la pradera, como del vaso. Resultando pequeño todo cuando hay mucha gente.